Al reparo de los árboles que se encuentran en el patio principal y de algunos paraguas, nosotras, las que estamos vivas, las que tenemos voz, homenajeamos a las que ya no están, las que por una circunstancia u otra fueron víctimas de violencia, en todas sus expresiones. Muchas mujeres que vivieron bajo un régimen de dominación patriarcal y esclavista circularon por estos espacios.
Revisar la historia críticamente nos permite comprender cómo la violencia, la discriminación y las desigualdades de género actuales, están asociadas a ese pasado. Los roles asignados, los estereotipos y los prejuicios de género son construcciones histórico-culturales que varían en las diferentes sociedades y que cambian con los tiempos, entendiendo que no son naturales e inalterables.
La tarde así, se llenó de emoción y evocación, en cada sala del recorrido. Fue una visita guiada llena de mensajes, donde desandar la historia que nos calló y nos negó. Marcó un punto de inflexión, para entender que a esos lugares no nos van a obligar a volver nunca más.
Al atardecer, para finalizar, bajo la lluvia que no paraba, una danza circular de cuerpos femeninos en el patio de entrada, nos remitió a ese pasado, donde la figura de la mujer tenía vedado el acceso a esos espacios de la casa. “No llovía, eran nuestras hermanas llenas de emoción”, expresó una participante.
Incorporar a las mujeres de la Estancia al relato del museo, nos permite enriquecer el discurso, hacerlo más plural y evidenciar las relaciones de poder a las que estaban sometidas las mujeres en el período colonial.