Estancia de Jesús María - Museo Jesuítico Nacional
Exhibición de Hilda Zagaglia y Antolina Vilaseca
Relicarios barrocos contemporáneos donde se enfrentan diversos sistemas simbólicos, mediaciones y cruces de procesos culturales. Estas obras dan cuenta de lo inmanente explorando el inconsciente colectivo a través del juego de las múltiples interpretaciones.
Una exposición conjunta, simultánea y en colaboración del Museo Comarcal de Manresa (Cataluña - España) con el Museo Nacional de la Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers.
La apariencia y otras realidades
Cada obra es una micro-instalación de objetos y pintura. En ellas se manifiestan una producción simbólica nutrida de procesos históricos sobre los que da cuenta. Especialmente en la destreza de los jesuitas en su empresa evangelizadora. Descubren tanto traducciones, mestizajes, solapamientos culturales, como negociaciones para la supervivencia y subrepticios diálogos encriptados. Hoy universos simbólicos vivos que operan consciente e inconscientemente, que nos condicionan pero a la vez nos permiten plantear un discurso y poner en evidencia nuestros procesos sociales donde prédica y conquista, espacio y territorio, cuerpo y ultraje atraviesan los tiempos.
Hilda Zagaglia
Antolina Vilaseca
La historia nos hermana
En el siglo XVI Ignacio de Loyola recibe en Montserrat la gracia “de ver todas las cosas nuevas”. Tras esa experiencia renace como peregrino, renunciando a sus pertenencias. Comienza una de las grandes creaciones del catolicismo: la Compañía de Jesús. Vive en Manresa entre 1522 – 1523, durante ese año mora en una cueva junto al rio, donde tiene sus primeras visiones y elabora sus ejercicios espirituales dando forma a la orden religiosa que llegará a tener una notable presencia en todo el mundo.
Entre los siglos XVII y XVIII la Compañía de Jesús dispone en Córdoba su sede religiosa-administrativa de la Provincia Jesuítica del Paraguay, la cual comprendía los actuales territorios de Paraguay, Uruguay, Argentina y parte de Brasil y Bolivia. En nuestro actual territorio provincial, la orden organizó un sistema económico-productivo de estancias único en el mundo, que garantizaría, por cerca de 150 años, la continuidad de su labor educativa, espiritual y cultural en la región. Esta experiencia fue reconocida por la UNESCO al declarar, en el año 2000, Patrimonio Mundial al conjunto edificado de la Manzana y Estancias Jesuíticas de Córdoba por su carácter excepcional.